Rafael Gumucio:”Nudistas y mojigatos”

*Por Rafael Gumucio

16 de febrero, 2003.-El hábito no hace al monje, pero la falta de hábito tampoco transforma a alguien en liberal automáticamente. Los nudistas acaban de rechazar la presencia de parejas gays en su paraíso naturista playero. Alegan que el ejercicio de la desnudez sobre la arena debe ser reservado a las parejas “normales”: mamá, papá, niños y un perrito. Uno no pensaba que estos partidarios de la desnudez total fuesen finalmente tan conservadores. Ellos alegan que quieren proteger su práctica de todo voyerismo sexual. Una ambición imposible, pues ir a la playa, con o sin traje de baño, es abrirse a la seducción de ser mirado y mirar, de conocerse entero de una sola ojeada.

Las playas son un lugar de libertad y anonimato donde los mirones o los seductores de menores terminan por sentirse aislados y ridículos. Justamente la victoria del verdadero nudismo es neutralizar con la naturalidad de lo vivo y normal el morbo inicial que produce la desnudez sin complejos. Quienes hayan practicado el naturismo saben que la playa nudista más atrevida de Brasil es diez veces menos “calentona” que Reñaca con sus niñas de las monjas revolviendo sus presas ante las cámaras de Canal 13. El cuerpo desnudo es finalmente algo tan franco, tan frágil, tan normal, tan humano que desarma la mirada más perversa y el moralismo más aceitado.

La gracia del naturismo es la aceptación de esa diversidad de pieles, senos caídos, genitales encogidos, pelos, celulitis y miradas. El ejercicio de esa desnudez veraniega obliga a aceptar al otro. Y justamente por eso es alarmante que los gays estén excluidos. Si yo acepto la desnudez de los extraños, también debo aceptar sus gustos y opciones sexuales. No le puedo inventar a mis hijos que esos otros no existen, que el cuerpo desnudo no tiene nada que ver con el sexo, que sólo hay una sexualidad sana y que las otras se escondan. Suponer que los homosexuales podrían comportarse de modo más escandaloso, menos decente o respetuoso que los heterosexuales, finalmente demuestra que detrás del aura hippie se esconden lo más asentados prejuicios chilensis.

“Que hagan su propia playa”, sugiere uno de los responsable del grupo nudista. Ese razonamiento es el que me parece más cuestionable. Yo creo que ser realmente liberal no es crear ghettos en que cada cual pueda expresarse entre sus pares, sino lugares en que todos seamos iguales y por eso mismo podamos, con pleno derecho y orgullo, mostrar nuestras diferencias. No faltan los gays, las feministas, los ecológicos, los rockeros, que también prefieren encerrarse en sus clubes antes de arriesgarse a convivir con otros que exigen reglas de mutuo respeto. De hecho no pocos gays de otras latitudes viajan a Chile porque aquí existe este ambiente de descaro clandestino, de sexo en la sombra que en la aburrida civilización occidental (donde las parejas del mismo sexo viven tan banalmente como las de sexo contrario) se extinguió.

Yo personalmente prefiero esa normalidad aburrida en que cada cual puede ser quien es a la luz del día, antes que el ambiente de penumbra y club privado al que los chilenos no hemos acostumbrado.

*Nota publicada en Las Ultimas noticias