Relato
Con singular sensibilidad Felipe, un joven del sur país, nos envió un relato que desnuda el dolor y el amor. En su historia, que reproducimos a continuación, el protagonista sube a un microbús, a una “máquina del cielo”. Su contacto con la “máquina” no tiene fronteras. Piensa y analiza cada detalle, traspasando la intimidad del ser humano y concluyendo, en un bus, que es posible ser feliz.
Por Feliponk.-
El amor es como un virus…
Sube el hombre de los helados a cien pesos y no resisto comprarle uno para esta bola de boliche en la garganta…
Miro por la ventana y contemplo con latigazos a la córnea una serie de objetos difusos. Como película antigua. Estirada como chicle y rumiándola como vaca. Niños jugando en el parque, comiendo golosinas a bajo costo, riendo, soñando, mirando la nada igual que yo, parejas abrazadas, heterosexuales, que se aborrecen mutuamente por el dinero de las compras y apenas dándose afecto, señoras septuagenarias tomadas de la mano como caracoles apareándose y mirando con repulsión a una chica de pelo verde y a otra bastante subida de peso que pasan por su lado y después se van a rezar tal piedras, animales sin dueño puestos a la hoguera del tránsito, semáforos muertos, muertos vivos y vivos muertos.
Es un espectáculo deprimente y esperanzador a la vez. Incluso veo los periódicos de los kioscos y la sangre adorna con terrible belleza todos los titulares, igual que cuerpos de carnicería embobados con rimel y sed de flashes de cámara y personajes políticos degollados por las crueles lenguas de la plebe. Modelos con senos de plástico, hombres con penes tan rancios como sus mentes en forma de pelota y niños prostituídos ante la calamidad de la impunidad… Es la luz perfecta mezclada con la malignidad.
Lo terrible del asunto es que pocos saben de las condiciones en que el mundo trata de evolucionar, aunque eso cueste millones de muertes, hambrientos, peques solos sin juguetes, hombres y mujeres llorando sangre por el verdadero amor. Lo terrible y maravilloso a la vez es ese mismo dolor, al final terminamos lamiendo esa calavera con risa, porque terminamos felices de todas formas, aún si tenemos pies menos por la gangrena o un ojo menos por el botellazo de vidrio que me dio el skin-head nazi en el barrio de los andrógenos. Adiós, prójimo…
Los autobuses generalmente los encuentro escenarios perfectos de tal espectáculo. En estos momentos hay una señora con las bolsas del supermercado, cereales y fósforos alcanzo a notar, a mi lado que me mira con extrañeza. Será por las interrumpidas lágrimas, las estupendas y gordinflonas gotas de llanto que me empapan la cara y que se camuflan bajo mis gafas oscuras, digo yo, y no por el estridente rojo del pelo o mis botines escoceses con metales. La verdad me importa poco y nada si me mira los botines, yo miro de reojo sus sandalias café llenas de motas y las encuentro bastante bonitas, yo al menos no las usaría.
Si me hubiera preguntado que era lo que me pasaba, probablemente le hubiera dicho esto mismo, pero a su edad no lo hubiera digerido, me habría oído tal vez por cortesía.
Mijito, ¿está bien?, me termina preguntando, para mi sorpresa. Me trago las lágrimas, no por pudor, sino porque ya no me quedaban. Sí, gracias, le dije ¿Necesita un pañuelo…? me agrega. Me quedo tieso. Ante esa preocupación, me rindo. Sí…si tengo. Gracias de nuevo. Me hace un gesto de satisfacción y al final termina comprándose un helado, aún el caballero no se baja de la máquina porque está haciendo oro…
Casualmente no trato de mirar a la gente en los autobuses y cuando las miro es la nada existente, porque cada uno o una está en su propio mundo, y es de las pocas veces cuando realmente logro inhalar un clima de respeto recalcitrante y es patético cuando en un ambiente más abierto cualquiera puede gritarle a otro groserías implacables.
En los autobuses nadie le dice qué está mal o qué bien a nadie, alguien puede comprarle un helado a estos señores que se suben con toda la gracia del mundo a gritar con gargajos y belleza de bajos recursos para que les compren su mercancía y nadie se opone, alguien le puede dar un beso a una persona del mismo sexo en pleno viaje y el caballero que viaja solo de terno y maleta gris de al lado puede mirar con ambigüedad la situación y aún así no dice nada y se dispone a leer en secreto sus cuentos eróticos soñando con odas al vino, y pueden estar las que lloran sin ningún hombro llano de sentimientos cerca y llorar como cocodrilos mientras contemplan la travesía por la ventana, y allí encajo yo.
Y en los colectivos o taxis, es lo mismo, incluso mejor… Es tan íntimo el espacio del auto que en un viaje de dos horas una chica con tatuajes de camarones en el antebrazo con bebé en brazos, una aristocrática señora cincuentona de pelo teñido con una tremenda vulnerabilidad a sus espaldas que fue criada toda su vida con cochayuyos a la orilla del mar en un duplex, un bigotudo peruano pestilente de marihuana, un chico punk de arete en nariz tal toro y pelo morado, y el conductor de raza oriental y fumando de su pipa con la ventana abierta, pueden convertirse en las personas más dicharacheras del mundo.
CONEXIÓN INSACIABLE
Cualquier incidente puede desencadenar la conexión insaciable. Un accidente, si el conductor recibe una llamada, si algún carabinero lo detiene, si alguien se encuentra hablando del tráfico o alguien se está riendo…
Una tarde de presagios en espiral, tuve esa suerte, aunque disté mucho de tal realismo mágico. De vuelta de clases le extendí el brazo al chofer para cancelar el pasaje. Me estira la mano y en eso otra, más oscura que la mía y con los dedos infestos en tiza, se me cruza en el camino. Era el primer afro americano criollo que estaba en mi presencia y a milímetros de distancia pagándole los trescientos pesos del vehículo ¡Ah, perdón…!, exclamé. No importas…, me dijo, un ser no superior a los treinta años.
Estábamos solo los dos atrás. Sobraba espacio como para que un águila se sentara. Es que ni siquieras me dis cuentas…, agregaba.
El hombre parecía incómodo y movedizo al por mayor, como que entre tanta bolsa de supermercado y mochila que tenía encima, me rendí a su impaciencia y le socorrí ¿Le ayudo…?, susurré. ¿No le importas…?, me preguntó, en un español aún novato para la cotidianeidad. Me quedé sin palabras. Obviamente no tenía inconvenientes de gravedad. ¡Pero, claro!, le dije. Es que todos me dicen eso, pero al final nadie me ayudas, suspiró. Me quedé aún más callado
¿Por qué…?, agregué, extrañado y frunciendo el ceño, ¿porque usted es de color…?, le pregunté. Nos, porque tengos SIDA...
Le ayudé a sacarse algunas bolsas para que pudiese pagar bien el pasaje, con ansiedad por mi ingenuidad…Si bien no me hubiese dicho eso, no hubiese notado el tremendo espejo de sobrevivencia que tenía en ese fantasmal y ojeroso rostro de color con la muerte besándole el cuello.
Al final, me puse a recordar cuando veía a través de los recuerdos orales a mi ojerosa abuela, siendo arrastrada a las puertas del cielo por el escopetazo en la cabeza, cuando ni siquiera yo había nacido…
Nunca me pude cerciorar de que nunca más la iría a ver así de fuerte. Ni menos cuando allá en esos años se peleaban a codazos por comprar papel higiénico y lonjas de jamón a buen precio a primera hora de la mañana, antes de que empezasen los toques de queda …
Los ojos se me humedecen y sólo me dedico a mirar por la ventana rumiando aún más la mente, viendo a los niños correr hacia una costosa máquina de peluches mientras que otros, con un zapato menos, paran a la gente en plena avenida ofreciendo calendarios en miniatura del Ratón Mickey a cambio de miserables cien pesos…
Imagino que en esos años, mis abuelos no trepidaban en hacerse los muertos cuando llegaba la hora de los toques y, como nadie debía permanecer en las calles por orden, no pensaban en otra cosa mejor que actuar en el asfalto como víctimas, como verdadero reto contra la muerte y el poder, aún cuando a mi abuela una vez le pegaron para cerciorarse de que efectivamente estaba muerta…
Sigo viendo por esta vitrina de la naturaleza humana y logro imaginarme cómo sería actuar de esa forma, por ejemplo, si todos los no-judeo cristianos del mundo Occidental se vieran en esa situación, como un exterminio de almas religiosas, botados en el suelo por no ser cristianos a la espeluznante american way… Horror. Sería un segundo Auschwitz.
En mi caso, sería una versión escuálida en acuarela social de “escritor en pañales-humanista introvertido-punk bisexual aficionado-antirracista crítico clérigo con fuertes tendencias cristianas-noctámbulo tímido-introspectivo bebedor de vino adicto que gusta del cine”, mención que hubiese sido caviar para los exterminadores alemanes. No podría haber actuado como muerto en la calle, igual que mis abuelos burlando a la muerte…
En el mejor de los casos, en milésimas de segundos me hubiesen puesto a la hoguera o cercenado en la guillotina con festín de carne, pero me acostumbré a vivir con la llama negra de la sociedad, refregándome la cara día y noche sacra, aún si me dicen te amo o eres repelente al mismo tiempo y no saber quién te dice la verdad y quién la verdadera. Me puede doler mucho más que una sanguinolenta cicatriz, un latigazo en la espalda tal Yavé o el escupo de un soldado…
HIJO DE LA ERA DVD
Cuando estaba en el kinder, allá por fines de los ochenta, sabía que mi actitud siempre sería la de un emancipado, aunque fuese en versión cartón piedra. Mi madre realmente no sabía con qué tejido estaba haciendo el chal. Yo sería algo especial, tuberculoso, torpe, híbrido digno. Bastardo de mi época. Sin eufemismos, mi madre parió a la aberración encarnada de mi generación…La generación del GameBoy, la de la cena con microondas, del fanatismo en cadena, de los celulares a la vena, de la competencia Narcisa, de los sábados ponzoñosos con cervezas y la era de los estudios por sadismo y no por amor…
Digna y pura como leche de pecho, virgen, macedonia, medieval. No sé si se sentirá orgullosa hasta el día de hoy, pero tengo claro que ese amor nadie me lo reprocha, al menos cuando no se trataba de disecar mi tratamiento estético o actos en letras que en su vocabulario significaban locuras por las que no valía la pena pelear, como escribir sobre gente que ama a otros de su sexo o se enamora de un sacerdote, tratar con drogadictos en retiro, cartoneras o tener amigas superiores a los treinta años siendo mamás solteras. Han concebido al hijo no deseado de la era del DVD. Al bicharraco predilecto del tradicionalismo… Esto salió.
Mi propia aberración conmigo mismo. Si hubiese sabido del mundo en que me iría a enfrentar y ser de espectador-protagonista estando aún nadando como mancebo en esa piscina de gelatina, probablemente me hubiera quedado por un buen tiempo más en el vientre de mi madre, agarrado al cordón umbilical como langosta. Claro, estaba más pequeño en edad, pero era aún más déspota con mi propio respeto que ahora.
No me respetaba un ápice ni me respetaban, o al menos eso creía, pero la Biblia ha dicho “Ojo por ojo, diente por diente“…Años después, me complazco en dislocar a una legión entera mimada por esas palabras algo egoístas con una cita de Gandhi: “La ley del ojo por ojo va a dejarnos a todos ciegos…” ¿Será que soy miope? ¿Un ciego de nacimiento? ¿Soy una aberración en quintaesencia…? ¿Habrá tenido mi nación esos pensamientos hace treinta, cien años atrás en una Inquisición criolla?
Bueno, nunca he tenido problemas de vista, pero ojo: a veces, y sólo a veces, he deseado estar ciego sólo para cerciorarme del horror de no poder contemplar la belleza de lo terrible…O lo terrible de la belleza. Inhalo el amor al mundo en un viaje con esencia a encierro humano y con personas a dos centímetros de distancia una de la otra mirándose los codos más que cualquier otra fiesta de colores estridentes. Porque es la sincronización de dioses. De Dios. Hasta del mismo Dios de las sanguijuelas, de las más sanguinarias existentes que chupan hasta las estrellas.
AMOR…. ENFERMEDAD EPIDEMICA
Siempre he querido definir el amor… Me parece una discusión que se podría prolongar hasta el fin a la hora del almuerzo en vez de cercenarnos la alegría mascando por los ojos la cultura del auto-odio por el cubo asesino que en vez de orejas, tiene antenas torcidas y chicharreos angelicales, la que nos aterroriza con sus celebridades, sus divas de plástico que se transforman en íconos a seguir, los rostros que adornan los kioscos con sus tragedias griegas que son el cebo de cuanta señora ortodoxa esté embobada en la vida ajena, cuando tal vez no tiene ni jolgorio en la suya propia …
Ahora este monstruo de la tecnología urbana vuelve a parar. Sube una señora que bordea el centenario a primera vista y la ayuda alguien de su generación, tambaleándose en los huesos que se le salen como ramas por todo el cuerpo…Que belleza… No así cuando volteo hacia el exterior y veo a un pequeño pelirrojo con un peluche Winnie Pooh pisar unas hortensias ante la mirada risueña de sus padres bastardos que le incitan la muerte…Mis gafas resultan ser salvadoras de tal derroche de salinidad…
No, el amor es demasiado, es mucho, es como definir la existencia, el gusto demente por los chocolates, la formación de un embrión o a un profesor de filosofía. Más poderoso que el hambre, más maligno y adictivo que una pastilla de vitamina C, la única droga natural y hasta invisible que da gusto tomarla por cualquier vía porque no mata, bueno, no en cantidades corrosivas y que, irónicamente, no vamos en su búsqueda, toca a la puerta como un vendedor de caramelos y termina siendo el capitán del orgasmo espiritual.
Es una enfermedad mágica que, a diferencia de esas pestilencias de bacterias verdugos de pus y uñas tétricas, se espera que nunca acabe y a la vez que sí; te infecta, te ahoga, te pone la lengua con asco y los intestinos te bailan con el vigor de unas moscas que te danzan ruidosamente mientras tratas de conciliar el sueño perdido, babeando en tu almohada y tornándote un santo gusano en las sábanas…
Un trozo de diálogo, una llamada telefónica relámpago que justo te atrapa cuando preparabas un tazón de café en una tarde de aguacero, una mirada ambigua, un tierno roce de manos, un destello de gestos patriarcales, de amores pasivos, de tacto infantil, de palabras dignas de un cataclismo, ese aroma implacable de colonia mezclada con calor a cuerpo transpirado que queda impregnado en el cojín que le tendiste a tu amante oculto o público, manos, olor, lágrima, textos, sexo, cualquier cosa te hace dichoso por todo el resto del día, cualquier molécula de esa presencia omnipresente que se te desata en el cuerpo como pimienta picante hace que te olvides por unos segundos de la tierra giratoria.
Te olvidas que hay otros mil entes afuera que pueden estar pasando por lo mismo, que pueden estar vomitando sangre o bilis del alma en el baño clamando por un beso o unas palabras y te das cuenta que tu enfermedad es epidémica…
El amor me llega como relámpago, me chamusca, me dopa, me hace escribir como científico y la tragedia de la risa y el chorro salado me invade, mientras pienso en cuantos miles de seres pueden estar cercenándose sin darse cuenta, los unos a los otros…
Distingo a una monja bastante joven pidiendo autobús, se ve simpática, atractiva sexualmente, vigorosa, hasta feliz y se sube…
Pude haber sido sacerdote, un cartonero o un bebedor profesional… ¿Cómo será la vida cotidiana de ellos…? No creo que recen cada quince minutos y se abstengan en pura sopa de tomates, aunque suena delicioso si se le ve por ese lado: si me hiciesen ver películas cada cuatro horas y me diesen un plato de arroz en salsa de ajo todos los días, me es el Edén…
El sacerdocio lo encuentro genial, alguien que literalmente cede su vida a un deseo es supremo, no hablo de religión ni de prótesis mentales, sino de vocaciones por devoción, por garra; al diablo todos esos tradicionalistas sectores light de la era MTV, del almuerzo narciso y del Microsoft con carne cruda, no tengo tiempo para escuchar coros depravados de satisfacción reprimida y de un logo Smile a la americana con espuelas y silicona roja, llena de odio a la diversidad; el sacerdote o la monjita se lanza de lleno a su manto de metas, y los o las que realmente tienen un corazón tal bodega se dan cuenta de la calidad moral del mundo y sus espacios con tóxicas esporas que ganan dinero como mafiosos.
JESÚS BISEXUAL
Por ejemplo, mientras navegaba una noche por Internet, leía como un curita español de La Rioja proclamaba que Jesús estaba inscrito como el primer hombre bisexual de la historia de la humanidad. Por poco me dan náuseas de verdadero jolgorio, con risa apaciguadora…
¿Dónde quedan esos hombrecillos sacros de calavera blanca y corazón de ébano que tanto menosprecian hasta la guerra tal hemoglobina la diversidad de la naturaleza humana, el espíritu mismo del hombre y la quintaesencia de todo su cuerpo? En un mismo saco de basura, como malos abortos cósmicos, como los niños de la gran pared.
La razón del por qué a Jesús lo denominaba así era por el simple hecho de que proclamaba su amor a todos por igual, independiente de su sexo, edad, vocabulario, color o espíritu decadente; Jesús besa y alaba a estos seres, come y bebe con ellos, le escupen y los ama a todos y, aún así, el pérfido destino es capaz de poner al Hijo de Dios como una lonja de tocino frito para matarlo ensartado y dejarlo sangrando en una cruz de madera todo por haberle mostrado el amor al mundo.
No soy nadie para corroborar los hechos bíblicos, pero ¿cómo es posible que aún este noble, bellísimo y rebelde andrógino literalmente del Cielo terminase muerto en vil contexto, por haber revolucionado un mercadeo de aires persas donde las riquezas eran zafiros de los trogloditas ciudadanos, atentando contra los bienes materiales, que refrescaba los pies de una prostituta con perfume y abrazaba a los incapacitados con ojo menos o brazo gangrenoso, haya terminado de esa manera?
Bueno, los datos escritos en sepia por milenios confirman que ese siniestro ser llamado Poncio Pilatos fue el verdugo de su existencia…, me pregunto, ¿por qué es que ese espíritu se ha hecho tan virulento con el lento caminar de la humanidad? ¿Quién se cree que es para juzgar a cualquier ser…? Yo no he ido a misa en bastante tiempo, y no caigan que es en el cetro registro de ultra rechazo, sino todo lo contrario.
Admiro a Jesús… ¿Y saben algo? Creo que mi catolicismo desde niño se debe a ello, incluso a veces me siento un Jesús versión freak en mi postmodernidad por el hecho de codearme con los no-deseados (¿lo son…?) y proclamar o al menos expresar mi amor al mundo, cosa que no ocurre al revés de la mayoría de los fieles que he conocido en mi vida.
Conozco aún gente que sigue el amor de Jesús al mundo a su manera, que va a misa, canta a gritos y reza Rosarios, y, en contrapunto, vuelven a casa, a la dulce casa de miel agria, se quitan el hábito por la hora y media de esfuerzo mental, y dicen que les dan asco los homosexuales, los animales domésticos, los ateos, los pobres sin ética de higiene, los niños góticos o los mapuches, o porque son locas con plumas que se ríen como hienas, como las del Rey León de Disney, o porque nuestros originarios huelen mal y rompen platos en protesta.
Es gracioso oír las contradicciones en la vida, cuando ya no me queda otra cosa más que reír con ella…Si, amemos al mundo, mi hogar, mi deber, amor amor, pura miel, pura añoranza, puro ácido implícito, risa infesta a escondidas de la real felicidad, a pincelazos cínicos, de jolgorio, de estar con el otro por agotamiento, por vergüenza, por “estar con alguien” sin sentimiento ni con una mínima gota de respeto, pero ojo: si es diferente, está destinado a la guillotina francesa. ¡Sacre bleu…! ¿Por qué? Porque simplemente no es como el otro que lo acoge, supuestamente…
Ya me es difícil encontrar a alguien que refresque los pies de una prostituta con colonia en plena calle. Mucho de esto me lo he encontrado cabalmente a lo largo de mi corta vida…La mayoría de las veces que he ido a misa, ahora no mucho, me encontraba con una avalancha de discursos pro amor y pro paz, siempre con una que otra descomunal revolcada mental, pero se entiende… Prestaba máxima atención o al menos trataba de hacerlo, siempre y cuando los pobres chillidos de los niños que a regañadientes los tenían escuchando el Evangelio sin entender sílaba alguna, no me interrumpiesen mucho y las abuelitas no conversaran tanto sobre la señora que lee la Segunda Lectura porque tuvo una disputa fenomenal con el hijo ilícito…
Fue algo que nunca se me revirtió con el paso de los años, y confieso que las pocas veces que me disponía a descansar un poco la cabeza de tanto canto y sincronismo dominical, veía los rostros de los demás feligreses y me asombraba la manera en que media masa de gente se concentrara en el piso de parqué, a hojear los libritos de los cantos o se disponía a conversar como hienas, en vez de escuchar al cura que se desgarraba el alma y el trasero estando de pie diciéndonos a todos cómo amar…
Si Jesús probablemente estuviese vivo hoy en día, estaría feliz hablando de cangrejos que no mueren y de filosofía en las esquinas de la urbe rodeado de punks hedonistas, de chicos adictos al neoprén, de prostitutas agobiadas, de ladrones acongojados, de ciegos, de infieles, de inhaladores, de gente que come de sus zapatos, de aberraciones sociales, de ratas humanas, pero humanas al fin y al cabo…
Con una humanidad. Ricas y fuertes como hierro. Tan humanas como el errar, el que no te guste la sopa como la Mafalda, el que digas o no las cosas de frente o el hecho que me guste pintarme el pelo de rojo… La masa es igual a una vacuna contra la vulnerabilidad, una cultura de sentencia que va en contra de la ley de la vida…
Estos mismos fieles, hijos de la era del engranaje social que hoy deben bordear los cuarenta o setenta años y que deben estar horrorizados con los cambios culturales de hoy y no los culpo, los veo no encarar sus sacrilegios humanitarios lavándose las manos con la misma agua con la que se lavan la conciencia, un ático de ratas humanas, no creo que tan humanitarias, en el cerebelo, avalancha de lodo venenoso y vestido de satín… Entre lobos, debes aullar como ellos… ¿Cuál es el gusto de odiar?…
¿EL PARADERO…?
Se sube otro hombre aullando de ganas con sus helados al vehículo, no me resisto a su oferta… ¿De ser cínico uno consigo mismo? El hombre no nace odiando ni asqueando a su prójimo; la máquina de matar y de moler carne, poder humano deshumanizado, es la reina de los cuchillos…
Jesús nunca debió haber muerto, así como tampoco Da Vinci, Anais Nïn, el mismo Wilde, la Juana de Arco, Neruda o santos que escupiéndoles por convicciones políticas o sexuales seguían nadando para lograr la vida en vivo. La felicidad está en tus sueños, no en el banquete ortodoxo que esa industria te ofrece a gordos brochazos y te dice qué te desagrada y qué no…La mayoría de la gente llega hasta odiar su propia labor.
Veo a la monjita escuchar personal stéreo y me echo a reír, debe ser quizás la persona más feliz del planeta… De las mejores tragedias griegas…Si el niño de cinco años sueña con ser pianista, tendrá la noble imaginación de seguir cultivando esa fantasía; si hasta los cuarenta, ese fruto aún está expectante para pudrirse y el niño terminó por ser un bobo tecnócrata, el niño interno ha muerto para siempre. Y lo que es peor, el niño no se entierra, sino que sigue en el organismo como un cáncer abominable… Nada que cobrar, ni recobrar, ni inhalar como polen.
Hay un niño con los calendarios del Ratón Mickey que lo distingo a pocos metros del autobús, se le acerca a un transeúnte despavorido, casi tan desbordado como yo ahora, y le sonríe, saca monedas y el niño le termina dando cuatro calendarios y un beso…
El autobús vuelve a partir. Oscar Wilde dijo que en la vida sólo hay dos grandes tragedias: querer algo y conseguirlo. El Sir tiene mi atención… No comprendo tanta la prisa del conductor… Creo que hasta la monjita está algo intranquila…
Me enamoro y me duele, lo huelo, lo degusto, lo escupo, lo admiro y me hace retorcer de ardor duro en clases y lágrimas tontas en las sábanas rotas, teniendo una potente erección del cielo, pensando en el placer máximo de recibir y dar cariño mutuo, de hacer reír, de llorar con ganas, de conversar, de excretar, de secretar, de sudar, de comer… Sería ridículo que, inmediatamente, si tuviese hambre me saciase sin sufrir algo que fuese…
¿Dónde residiría mi verdadero placer de comer? ¿Dónde estaría mi tremendo júbilo después de tal terrorífico tormento de privación de llenarme la boca de pan con jamón y queso…? Amor y dolor. Los amo y detesto a ambos, con la misma fuerza que beso y devoro la médula de la vida y succiono voraz su espina dorsal, haciéndole el amor y rindiéndome ante su yugo…No es delicadeza de tener a un ente a tu lado, sino violencia de la naturaleza misma, del rocío mismo, es un reto, y aún así eres capaz de pararte y seguir buscando ese paraíso con hongos y manjares…
Veo un final feliz, el pecho me baila, lloro con fuerza, con hambre, con exquisitos escalofríos y me río, me pide vomitar, no lo creo, el paradero, mejor me levanto…Las personas son extrañas, al igual que los amigos, igual que los amantes, que los insectos, que las drogas del cuerpo, que las gordas gotas de llanto, las preciosas e irreparables gotas de cocodrilo…,y al igual que este sentimiento llamado amor, que corre como sangre infinita… Y fresca…Veo a un chico con zapato y diente menos ofreciéndome los calendarios del Ratón Mickey, en los alrededores del paradero…Pero no es sólo una persona…