Las ficticias pugnas entre los movimientos sociales y la política

Algunos grupos y/u organizaciones sociales han rechazado definirse como ciudadanía, toda vez que ese concepto ha sido mal considerado como exclusivo del quehacer partidista o de los procesos electorales y aún cuando la naturaleza de los movimientos es intrínsecamente política.

Fanny Pollarolo, ex diputada. Psiquiatra.

Fanny Pollarolo

Los movimientos sociales constituyen una de las bases de la profundización democrática y son la principal herramienta de defensa y dignificación de los sectores históricamente discriminados, como los grupos étnicos, las minorías sexuales y las mujeres.

Esa importante mirada ha visto debilitado sus efectos, entre otras causas, por la disociación discursiva entre las naturales relaciones existentes entre los movimientos sociales y los ejercicios políticos y ciudadanos, mal considerados como dañinos para los intereses de los sectores excluidos.

La madurez y consistencia de los movimientos sociales implica necesariamente concebirse como una expresión política y ciudadana que mira y analiza el carácter transversal de las exclusiones y lucha por la igualdad y equidad de derechos, pero sin jamás transar o poner en riesgo la identidad cultural de las bases a las cuales se intenta representar.

Algunos grupos y/u organizaciones sociales han rechazado, sin embargo, definirse como ciudadanía, toda vez que ese concepto ha sido considerado como exclusivo del quehacer partidista o de los procesos electorales y aún cuando la naturaleza de los movimientos es intrínsecamente política.

Uno de los motivos que explica la debilidad ciudadana en Chile, y en el resto de América Latina, es en consecuencia la negación de los movimientos sociales de reconocer su génesis política y, peor aún, de luchar contra todo discurso clasificado como político, aún cuando ese tipo de mensajes beneficie y vaya en defensa de los sectores discriminados.

Diversos analistas sociales de América Latina han explicitado la necesidad de que los movimientos sociales asuman de una vez que la ciudadanía y la política son “un dispositivo de cambio social” y, como corolario, un ingrediente importante de los grupos excluidos y organizados.

Reconocerse como un ciudadano significa rechazar en forma inteligente la manipulación de los autodenominados “apolíticos” que ejercen como ningún otro sector en forma reiterada y astuta precisamente el poder político.

Las ficticias pugnas entre los “apolíticos” y los políticos sólo han contribuido a poner en segundo plano las discusiones de fondo por construir sociedades más democráticas y han desgastado innecesariamente parte de los esfuerzos de los movimientos sociales por concretar la igualdad de derechos.

El autoconocimiento del carácter ciudadano y político de los movimientos sociales; que pueden definirse según sus fines e intereses como izquierdistas, centristas, derechistas o independientes; contribuiría además a que los grupos minoritarios amplíen su comprensión de los procesos sociales y, de paso, asuman el carácter transversal de la discriminación social.

Muchos sectores discriminados han limitado sus propuestas y demandas sólo a la solución de los problemas particulares que los afecta, lo cual deja al margen la realidad de otros sectores excluidos y divide artificialmente los esfuerzos por generar sociedades más justas.

La alianza entre los diversos movimientos sociales, al menos en momentos coyunturales, constituye un ejercicio poco explorado en Chile, pero que de efectuarse tendría efectos positivos de gran envergadura para la consolidación de cada uno de los elementos que conforman la democracia: el respeto por la dignidad de las personas, la libertad, la igualdad, la promoción de los derechos humanos de las mayorías y las minorías, la participación ciudadana y pluralismo político y cultural.

Toda nueva mirada o redefinición que apunte al respeto entre las diversas culturas debe ser analizada y asumida por los movimientos sociales, pues ello posibilitará enfrentar con mayor precisión y fuerza a las injusticias del modelo actual.