JORGE MARCHANT DESAFIA EL ORDEN SOCIAL CON EL “CAOS” DE SU NUEVA NOVELA

“El amante sin rostro” es el libro que sigue al éxito de “Sangre como la mía”. En la nueva apuesta, los personajes enfrentan a la familia y a la Iglesia, en medio de temores, sospechas y dudas sobre abortos, maternidad lésbica y un obispo que podría ser homosexual. “Perdida de autoridad y derrumbe de los órdenes fundamentales”, son la tónica de la novela.

Por Alberto Roa

18 de mayo, 2008 (OpusGay.cl).- El “caos” y la desconexión entre lo aparente y lo real son los fenómenos que el escritor y periodista Jorge Machant Lazcano desnuda en su nueva novela, ” El amante sin rostro” , texto lanzado esta semana en la sede de Amigos del Arte.

La familia y la Iglesia son algunos de los ambientes donde se mueven los personajes de la obra que tiene como contexto geográfico a Chile y Nueva York, el mismo lugar donde Marchant Lazcano soltó la creatividad para dar vida a la novela.

Un joven escritor y novelista de teleseries, Matías Raymond, que viaja a Estados Unidos para cursar literatura, hospedándose en la casa de una tía de quien poco y nada recuerda, da inicio a la historia que deriva en sospechas y temores sobre la eventual homosexualidad del ” pariente más ilustre de la familia”, el obispo Juan Baustista Raymond, quedando al descubierto que nada es lo que parecía ser.

“Bajo la mesa y no bajo la alfombra”, como bien indicó el escritor Patricio Jara al lanzar la obra, se irán encontrando y descubriendo realidades que pasan por el adulterio, el aborto, el matrimonio homosexual y la maternidad lésbica, todo un caos del orden establecido que lleva a la novela a un final “insospechado”, advierte, en tanto, Marta Blanco, antigua amiga del novelista.

Con “El amante sin rostro” Marchant Lazcano sigue un nuevo camino tras el éxito de “Sangre como la Mía” (2006), la novela que explicitó las problemáticas originadas por la homofobia y el Sida y que le valió el premio Altazor, la publicación en España y el próximo lanzamiento en Francia.

HONESTIDAD Y HUMILDAD

Marchant Lazcano, cuya primera novela “La Beatriz Ovalle” escribió en 1977 cuando tenía 27 años; transmite honestidad intelectual, cariño a toda prueba con sus lectores, precisión en sus palabras y humildad, una humildad que combina inteligencia, respeto y sinceridad, jamás conformismo y menos forzada simpatía.

Basta verlo pocos segundos para comprender que está escribiendo por pasión y también por el deseo de involucrar a otros en su complejo mundo interno que, siguiendo a Blanco, se contradice con su comportamiento gestual y físico, donde todo es orden.

Con una pluma que cada vez más se perfecciona, con historias que atrapan mientras más se avanza en ellas y con el reconocimiento de sus pares por su calidad literaria, Machant Lazcano pareciera, por su “humildad”, esperar menos de lo que transmite.

Quizás por ello durante el lanzamiento “El amante sin rostro” había dispuestas apenas unas 20 sillas para los asistentes, pero la sede de los Amigos del Arte se repletó, y las personas paradas superaron con creces a las sentadas, a un punto que era difícil entrar y desplazarse por el lugar.

Marchant Lazcano también se caracteriza por rendir homenaje aquellos escritores que lo han inspirado, citándolos, diciendo por qué y explicando de qué manera se expresa esa inspiración en sus textos, algo muy poco común en novelistas que levantan ideas sin jamás dar el crédito a sus creadores.

Dejando al margen su rol como novelista, Marchant Lazcano se ha involucrado además con nombre y apellido en causas relacionadas con los derechos humanos. Así es como fue el único escritor del país que firmó una carta de repudio en contra de la Corte Suprema, luego que esta fallara que una profesora (Sandra Pavez) no puede hacer clases en Chile sólo por ser lesbiana.

A las primeras y más importantes razones para leerlo, calidad y entretención literaria conjuntas, se suman entonces estas otras, lo que vuelve a “El amante sin rostro” igual de imperdible que “Sangre como la mía”.

Y la mejor manera de adentrarse en el mundo de “El amante sin rostro”, es precisamente con una invitación que cursa el mismo autor, en el siguiente texto que escribió y leyó durante el lanzamiento de su obra bajo el título “Dejando entrar el caos”.

“DEJANDO ENTRAR EL CAOS”

“¿Han leído a Philip Roth? Se los recomiendo. Este gran escritor norteamericano a quien cito en más de un momento en “El amante sin rostro”, dice que la política es la gran generalizadora, y la literatura la gran particularizadora.

Intentemos el siguiente juego. Sobrepongamos a la palabra política, el término religión.

Para la política, tanto como para la religión, la literatura es decadente, blanda, irrelevante, aburrida, insípida, algo que no tiene sentido y que realmente no debería existir.

¿Cómo puedes ser artista y renunciar al matiz? Pero, ¿cómo puedes ser político o religioso y permitir el matiz? En tanto se es artista – dice Roth – el matiz es tu tarea. Tu tarea no consiste en simplificar. La tarea sigue siendo la de aportar el matiz, aclarar la complicación, mostrar la contradicción. Hay que permitir el caos, dejarlo entrar.

Permitir el caos, dejarlo entrar, eso es lo que han estado haciendo los novelistas desde hace siglos.

En el siglo XX, lo hicieron nuestros grandes escritores. Centrémonos en dos de ellos: Augusto d’Halmar y José Donoso.

En “El amante sin rostro” me he adueñado de dos de sus obras: “Pasión y muerte del cura Deusto” de d’Halmar, y “El lugar sin límites” de Donoso.

No cabe duda que “Pasión y muerte del cura Deusto” es la principal obra de nuestro primer Premio Nacional de Literatura. Escrita en una oscura España de comienzos de los años 20, esta obra fue una de las primeras novelas homosexuales de hispanoamérica. Silenciada, mal leída por años y años, d’Halmar visualizó a un sacerdote herido por su diferencia. El caos entraba en su vida en la forma de un muchacho de quien se enamoraba. Allí estaban todos los matices de los que habla Roth, todas las contradicciones de un hombre consagrado a Dios.

José Donoso, por su parte, escribe muy joven “El lugar sin límites” para mostrar un mundo hundiéndose en el infierno, mientras él intentaba salvarse de sus propios demonios, de sus propias particularidades. Otra vez el caos, la contradicción.

Los personajes centrales de “El amante sin rostro” son lectores, como ustedes y como yo, y estas dos obras les provocan resonancias en sus propias vidas. Y como buenos personajes de ficción, sus vidas van directas al caos, al desorden de todo lo establecido. Ellos no son lo general, son lo particular.

En “El amante sin rostro” están las nuevas relaciones familiares, el aborto silenciado, el constante adulterio, los matrimonios homosexuales, las lesbianas madres sin padres, todo aquello que a los ojos de la familia tradicional, de la política correcta, de la bien intencionada religión, es caos. Y los sacerdotes y los políticos no pueden permitir el caos. No es para eso que se hacen las reformas políticas, ni se elevan los altares. Ellos quieren lo disciplinado, lo organizado, lo contenido. (Ahora me doy cuenta que aquí también caben las fuerzas armadas.)

Es bien sabido que la familia la forman personas que viven juntas bajo la misma autoridad. Mi novela, precisamente, nos habla de la pérdida de la autoridad, como tan bien anotó mi editor. El derrumbe de los órdenes fundamentales, el desarraigo como forma de vida, eso que he ido aprendiendo con su cuota de alegría y sufrimiento en estos últimos años a medias en Nueva York.

Aún así, los bienes que entrega la familia son incalculables. Las buenas familias, por cierto. Si cada familia fuera digna, no habría indignidad en el mundo, dijo alguien alguna vez. Porque tal como lo señaló Graham Greene, otro de los autores leídos y quien me dio la idea del título: “Cuando se tiene un hijo, se está condenado a ser padre toda la vida. Son los hijos los que se apartan de uno. Pero los padres no podemos apartarnos de ellos.”

No se mucho de ser padre porque soy un hijo sin hijos. Pero intento mirar a la familia chilena con un poco más de indulgencia que la que tuvo Henry Miller al decir: “Desde mi punto de vista, la raíz de todos los males está en nuestros padres, en nuestros mayores. Y no me refiero – recalcaba – de manera específica a los padres desnaturalizados e ignorantes, sino a los padres como tales.”

Isabel, la verdadera protagonista de mi novela, es una madre extremadamente particular, llena de contradicciones, depositaria de la educación religiosa chilena. Ella no es la raíz de ningún mal. Al contrario, es una suerte de heredera de nuestras oscuras tradiciones,y trato de apartarla de aquello que Simone de Beauvoir vio en muchas mujeres de ficción: “Pretendo ayudar a las mujeres a disipar su calidad de hijas del miedo a la soledad, a la soltería, a la vejez, al no saber qué hacer, tan exaltados en los libros donde las protagonistas son desgraciadas porque les falta el hombre, único dispensador de la felicidad.”

A estas alturas de mi vida, y para cerrar con Philip Roth, estoy en el lugar donde te despojas de todo y vuelves a lo esencial, al lugar donde regresas para descontaminarte y eximirte de la lucha. El lugar donde te quitas, como si mudaras de piel, los uniformes que has llevado y los disfraces que te has puesto, donde prescindes de las heridas y del resentimiento, tu paz con el mundo y tu desafío al mundo, tu manipulación del mundo y el maltrato al que el mundo te somete.

Ojalá disfruten de la lectura de “El amante sin rostro” como yo la disfrute escribiéndola”.

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