La argumentaciones dadas por el Vaticano para impedir en el mundo la unión entre personas del mismo sexo y dejar claro que “los homosexuales deben ser respetados, pero rechazados si practican su sexualidad”, dejan al descubierto una cúpula religiosa simplemente estúpida… de inteligencia medieval.
No existe duda que cualquier intento por impedir a algún sector de la población desarrollarse plenamente y con libertad constituye un expresión discriminatoria y de nulo o “parcial” compromiso con los derechos humanos.
Existen grupos homofóbicos, pero no todos son iguales en relación a su sustento teórico o ideológico para oponerse al ser gay, lesbiana, bisexual o travestis.En un rango de fundamento homofóbico que vaya desde lo más brillante en términos intelectuales hasta lo más imbécil, la Iglesia se ubica claramente en esa última escala.
El odio contra las minorías sexuales, ámbito alejado de lo racional, está inserto de manera transversal en la ciudadanía mundial y en sus líderes de opinión, los cuales públicamente racionalizan la homofobia y masifican la argumentación que muchas veces el promedio de la población no tiene.
Es cierto que en función de los avances culturales experimentados en todo el mundo cada vez las justificaciones homofóbicas (científicas, religiosas, políticas, sociales o mediáticas) tienen menos sustento y credibilidad, aunque, claro está, el odio contra las minorías persista.
Al margen de que un determinado sector o grupo de personas adhiera a una u otra “racionalización homofóbica”, lo concreto es que los seguidores de las “fuentes del odio” requieren que sus líderes o representantes en esa área los informen y empapen de sustentos inteligentes. Ese caso, claramente no ocurre con la Iglesia Católica, toda vez que ha disfrazado de “solidez” “racional, antropológica, biológica, social y jurídica ” apreciaciones puramente emotivas y de fanatismo religioso que no resisten análisis.
En una primera y quizás simplista mirada llama poderosamente la atención el hecho que en sus tiempos de gloria (especialmente en el Medioevo), el conservadurismo de la Iglesia, siendo más irracional que en la actualidad, tuviera un eco cubierto con “objetividad” en los pueblos. No debemos olvidar empero, que la Iglesia estaba mimetizada con la cultura predominante y, en consecuencia, sus sermones eran cultura.
El respeto a una determinada cultura ha sido el factor que históricamente ha inhabilitado los cuestionamientos de terceros (ajenos a tal o cual cosmovisión), por cuanto cada sociedad debe tener el derecho a decidir su moral y ética, aún cuando desde un enfoque foráneo pueda parecer aberrante o inmoral.
El punto es que hoy la Iglesia, a diferencia de otras instituciones, se ha distanciado de la evolución y el progresismo que siguió el resto de la sociedad, llegándose a transformar en una “secta” opuesta a la “modernidad predominante” a nivel mundial.
Tal proceso grafica la incapacidad de la Iglesia por actualizar su poder y mantenerse en la santidad. Como no conoce los mecanismos para sobrevivir y representar, ha optado por persistir en sus añejos postulados, pero al parecer sin darse cuenta, al menos a nivel directivo, que carece de credibilidad, realidad y sintonía social.
La Iglesia hace tiempo perdió la santidad y ahora entró en un proceso de “estupidez” desesperada. Es el único mal camino que ha descubierto para, a su juicio, no perder la percepción ciudadana sobre una blancura que para muchos fue considerada como intrínseca.
En estos tiempos ya no es blanca, los abusos sexuales de sacerdotes contra menores que aún no son sancionados, ysiempre ocultados, son una muestra. Y tampoco es inteligente, siendo las incoherencias homofóbicas de forma y de fondo y su oposición a leyes de divorcio otros ejemplos.
Pero el Vaticano y la Iglesia Católica Chilena insisten: “no discriminamos a los homosexuales, pero no aceptamos su sexualidad” o “si quieren ley de divorcio que las parejas (heterosexuales) decidan antes de matrimoniarse si desean un vínculo para toda la vida o no”. ¿Se ha visto en el mundo tanta palabra (del Señor) sin sentido? Seguramente pocas veces.