HOMOPATRIARCADO

En este artículo se analiza y critica la discriminación padecida por transexuales y lesbianas en espacios organizacionales o mediáticos donde predominan estereotipos del hombre homosexual.

Por Jaime Vieyra- Poseck*

Estamos acostumbrados a recibir de la comunidad homosexual una sensibilidad común y unas propuestas coherentes para poder debatir sus reivindicaciones.

Han sido las organizaciones de homosexuales las que, en gran medida, han marcado el tono de la dialéctica en la discusión de sus asuntos y han diseñado el debate. Sin embargo, en todo verdadero debate es imprescindible hacerlo sobre dos ruedas.

El movimiento homosexual, por su característica de minoría oprimida y discriminada por milenios, vive replegado en un estado defensivo permanente.

Es comprensible. Pero esto no debería justificar que en el debate interno no sea absolutamente necesario un gesto permanente de auto crítica y de problematizar sus postulados, de tal manera que el debate interno pueda darse en un sistema binario.

El debate, en cualquier ámbito y el homosexual no tiene porque excluirse, debe perpetuar los binarismos, los antagonismos constructivos, para poder así tener perspectivas múltiples que puedan mostrar una panorámica de algún calibre enriquecedor. Lamentablemente estos parámetros en el debate interno, en el ámbito homosexual, son muy deficientes.

En efecto, si revisamos sólo a vuelo de pájaro las publicaciones para homosexuales, como los programas de TV, cine, periódicos, revistas, páginas web, etc., descubrimos que están saturadas de hombres, y todos hombres guapos, musculosos y jóvenes, y muy masculinos, todo esto según los estereotipos vigentes; y el parecido es peligrosamente semejante a las peores revistas para mujeres tradicionales.

La línea editorial de todos estos medios de comunicación está (¿consciente o inconscientemente?) perpetuando la asimetría y los estereotipos sexuales que son intrínsecos al patriarcado, que tanto afecta negativamente no sólo a las mujeres sino también, y más violentamente, a los/las homosexuales.

Y aquí hay una contradicción trágica: mientras el movimiento homosexual proclama a los cuatro puntos cardinales que la igualdad sexual es la base de toda convivencia civilizada y verdaderamente democrática, sus publicaciones (¡ay! casi todas) alimentan la desigualdad y los estereotipos sexuales hasta el paroxismo.

Las mujeres homosexuales, las/los transexuales, los travestís y otras categorías andróginas están infrarepresentados en los medios de comunicación de los/las homosexuales. Y los estereotipos masculinos llenan casi todos los espacios.

Cabe destacar aquí, que sólo en los últimos años las organizaciones homosexuales estaban mayoritariamente integradas por hombres homosexuales.

Después de un debate interno fructífero comenzaron a abrir sus puertas a las mujeres homosexuales, y, sólo últimamente, al transexualismo.

Desde hace muy poco las personas transexuales están incluidas después de estar por más de treinta años discriminadas por el movimiento reivindicativo homosexual. Esto no ha impedido que tanto lesbianas como transexuales continúen siendo discriminados en cuanto a su representatividad en los medios de comunicación homosexuales como también en su aparato organizativo.

Ser mujer, con todo lo que eso representa en la sociedad patriarcal, y ser lesbiana además, las marginó en un principio de las organizaciones homosexuales; y ser transexual los continúa marginando; y por ser minoría dentro de la minoría los/las transexuales mantienen una lucha constante por hacerse visibles y por hacer comprensibles social y culturalmente sus categorías sexuales.

No hay que olvidar que las personas transexuales pertenecen a los géneros sexuales; son en realidad hombres o mujeres no homosexuales, y por eso la discriminación o no discriminación depende de si es mujer transexual (hombre-hacia-mujer, ellas sufren la discriminación estructural contra las mujeres) u hombre transexual (mujer-hacia-hombre, ellos entran a la esfera del poder patriarcal en todos los ámbitos por el sólo ello de ser hombres).

La exclusión por orientación sexual es el íntimo enemigo de homosexuales, bisexuales y transexuales. Practicar esta exclusión dentro del movimiento de homosexuales, es una contradicción evidente. Si esta discordancia continúa se estaría creando un nuevo estereotipo sexual opresor que podría denominarse homopatriarcado: el poder represivo masculino homosexual, absorbido por las normas, códigos y reglas estereotipadas de lo que debe ser un hombre o mujer homosexual.

Sin una verdadera y constructiva autocrítica el movimiento homosexual, a todas luces, enajena a la comunidad, tanto homo como heterosexual, del saludable ejercicio de la (auto) crítica. Y si hay temor a ser tergiversados y no querer abrir cajas de Pandora o esconderlas, quiere decir que el ambiente para el debate dentro de la comunidad homosexual comenzará a estar impregnado de maximalismos, dogmatismos, fanatismos y ortodoxias. Entonces estaríamos políticamente condenados a instalarnos en la más absoluta anormalidad: en el furor sectario.

*Licenciado en Ciencias Sociales, con mención en Antropología Social y Ciencias Pedagógicas, Máster en Estudios de Género y Cultura en América Latina; Postítulo en Periodismo Científico (Antropología Social y de Género), por la Universidad de Estocolmo. Su correo electrónico es [email protected].