Tercera Parte
En su último amanecer Mauricio Ortega mantuvo varios contactos telefónicos con el principal sospechoso de causar su muerte y advirtió a sus amigos que algo le pasaría. Aunque los primeros peritajes han descartado la participación de terceros, nuevas interrogantes apuntan a lo contrario, intensificándose el mes pasado las investigaciones.
Por Germán Cañón

8 de junio, 2004 (OpusGay).- En el marco de un acto antidiscriminatorio organizado a fines del mes anterior por diversos grupos sociales en Puente Alto, la madre de Mauricio Ortega, Norma Julio, llamó nuevamente con llantos hacer justicia en nombre de su hijo, cuyo cuerpo fue encontrado el 29 de mayo del 2002 en la ribera del río El Volcán, en San José Maipo.
Segura de que el responsable de la muerte fue la ex pareja de Mauricio, el ex cabo segundo Víctor Pérez Soto, Norma Julio confía en que algún momento los tribunales aclaren todas las dudas o cabos sueltos del caso.
Para muchos, las respuestas pueden encontrarse en los pasos que dio el joven basquetbolista en sus últimas días de vida, en especial la tarde del 28 de mayo del 2002, fecha cuando sus cercanos nunca más supieron de él.
Tras exponer las contradicciones del principal sospechoso de provocar la muerte y publicar diversas irregularidades cometidas por Carabineros en torno al caso, OpusGay finaliza este reportaje especial reconstruyendo las últimas horas de Mauricio Ortega y explicitando las discrepancias entre los diversos peritajes efectuados hasta ahora.
28 DE MAYO: PRIMERA JORNADA
Al momento de fallecer, Mauricio compartía en Puente Alto una casa con su amigo Jaime (63). La mañana del 28 de mayo del 2002, Jaime se levantó a las 8:00 horas para ir a su trabajo, estableciendo antes una breve conversación con el joven basquetbolista.
“El me dijo que como las 10:00 horas iría a San José de Maipo, ya que tenía una clase de cocina internacional. Dijo que me llamaría en la noche. Fue la última vez que lo vi”, señaló.

Antes de salir de su casa, Mauricio y Pérez Soto se contactaron en forma mutua por teléfono en varias ocasiones en el transcurso de la mañana. Este antecedente fue permanentemente omitido por el ex cabo en sus primeras declaraciones, sin embargo debió reconocerlo ante la existencia de pruebas.
En un comienzo sólo había indicado que el último contacto con la víctima lo había sostenido el 27 de mayo.“La última vez que lo vi con vida fue el 27 de mayo en horas de la tarde cuando concurrí a su domicilio. Le traté de explicar que con amenazas (es decir, visibilizando la relación de ambos ante terceros) no me podía tener a su lado, pero a pesar de toda la conversación no entendió”.
Añadió en su declaración a la Policía Civil que “antes de retirarme, cerca de las 21:30 horas, Mauricio me dijo que al día siguiente concurriría a la casa de sus amigos, en San José de Maipo, agregando que nunca más me iba a dar problemas y que no lo volvería a ver, por lo que deduje que podría atentar contra su vida”.
En efecto, según diversos testigos Mauricio tenía planeado visitar el 28 de mayo a las 12:30 horas la casa de su amiga Carolina, con quien después de almorzar iría al cine.
Por algún motivo, sin embargo, el joven cambió de parecer y a la misma hora de esa cita se dirigió al domicilio (el cual también funciona como peluquería) de otros tres amigos: Jorge (43), Pedro (40) y Samuel (30).
Como no encontró a nadie en el lugar, Ortega Julio fue a una casa cercana donde Samuel cuida a una señora mayor de edad. “Sonó el timbre y era Mauricio. Me preguntó por Jorge y Pedro. Le dije que estaban en el restaurant Isidora. Me pidió que le abriera la peluquería y ahí lo dejé solo. A los 15 minutos ya no estaba”.
En la peluquería Mauricio fue además visto por Jacquelina (34), cuya casa comparte el patio con ese inmueble.
Cerca del mediodía “me percaté que Mauricio había llegado de visita a la peluquería porque salió al patio y comenzó a caminar de lado a lado. Lo noté como retraído y tenia los ojos llorosos. Le pregunté si estaba llorando por su mino (…) señalándome que sí y que debía salir”
“Mauricio me dijo que tenía un mal presentimiento y que cuando él tenía esas sensaciones siempre le pasaba algo (…) Mientras hablábamos recibió una llamada a su celular, retirándose hacia un lado para que no lo escuchara. Esa conversación duró unos cinco minutos” , agregó.
Según Jacqueline, “además le pregunté si lo había llamado su pareja y me dijo que no podía decirme nada. Después de eso ingresó a la peluquería y no lo volví a ver”.
28 DE MAYO: ULTIMA JORNADA

La próxima persona que vio a Mauricio fue otra de sus amigas, Maritza, quien llegó hasta la peluquería para almorzar con dos de sus propietarios, Jorge y Pedro.
Mauricio le comentó que ellos estaban en el restaurante Isidora, partiendo ambos a ese lugar. Según la dueña del recinto, los cuatro amigos estuvieron un tiempo ahí. Detalla además que le regaló un helado al joven basquetbolista “porque no había consumido nada”.
Tras tomar todos los amigos rumbos distintos, Mauricio fue nuevamente visto en la calle como a las 15:30 horas por Pedro, Jorge y Maritza.
“En una esquina donde se ubica un negocio para comida para perros, nos encontramos con Mauricio, quien llevaba una botella con agua en una de sus manos, lo que me sorprendió. Pedro le preguntó donde iba, respondiendo que “iba a dar una vuelta y volvía”, razón por la cual seguimos nuestro camino y el continuó por Calle Comercio hacia oriente”, comenta Jorge.
La última vez que un conocido habría sabido de Mauricio fue a las 17:00 horas del mismo día. Según Héctor, otros de sus amigos, Mauricio llamó urgente con cobro revertido a su casa, pero en ese momento sólo se encontraba un pariente.
Desde ahí la pista del basquetbolista se perdió casi por completo. En la noche del 28 de mayo un transportista (P.T.G.A) sostiene haber encontrado al joven en un camino en dirección al sitio donde fue ubicado la mañana siguiente el cadáver, el cual vestía la polera de su amigo Héctor.
La veracidad de esa pista aún es investigada por el Segundo Juzgado del Crimen de Puente Alto.
LAS CAUSAS DE LA MUERTE
A dos años del fallecimiento de Mauricio las incógnitas sobre la causa de su muerte se mantienen y, en muchos casos, los peritajes han terminado por dar la razón a la familia Ortega Julio y al movimiento homosexual.
En una autopsia practicada al cadáver por la doctora del Departamento de Tanalogía del Servicio Médico Legal (SML), María San Martín Herrera, se concluyó como “posible que el deceso se debió a una asfixia por sumersión de agua”.
La hipótesis despertó la ira de la familia, explicando que Mauricio fue ubicado a escasos pasos del río El Volcán (y no al interior), en un terreno barroso de poca agua y al lado de una roca.
La Brigada de Homicidios, en su informe pericial descartó de plano posteriormente la versión del SML indicando que “el cuerpo de la víctima jamás estuvo en el lecho del río”.
“Si bien es cierto se encontró signos de aspiración de agua, no es menos cierto que una persona en condiciones normales de conciencia, no se queda con la cara dentro del agua. Por lo tanto la pregunta es ¿qué motiva la incapacidad de reacción de Ortega Julio?“, se cuestiona Investigaciones.
Agregó que “la única respuesta es compromiso de conciencia. Por lo tanto la aspiración de agua constituye un elemento terminal en la cadena de acontecimientos, en otras palabras, sin aspirar agua la muerte de Ortega Julio habría acontecido igual, dado que la hipotermia que presenta debió ser severa, al punto de incidir críticamente en el compromiso de conciencia”.
La Policía Civil constata además que las lesiones encontradas en el cadáver “son escasas y en su gran mayoría superficiales, con la excepción de algunas heridas contusas en el rostro y cuero cabelludo, heridas que refieren claramente un origen traumático, de magnitud, en consecuencia un tec, con compromiso variable de conciencia”.
La divergencia de la familia con ese informe, efectuado el año pasado, es que descarta que las heridas puedan haber sido ocasionadas por terceros, aún cuando “no se puede ser tajante en esa apreciación”, aclara Investigaciones.
Las lesiones, según la Policía Civil, serían más bien producto de contactos con “ramas y vegetación del sector”, pudiendo haber tenido lugar en el contexto de una “caída o rodada” de la víctima.
El estudio concluyó una idea lapidaria para la familia Ortega Julio. “No existen elementos objetivos de participación de terceros. Por el contrario la investigación acredita que la victima tiene una personalidad depresiva y que el término de la relación sentimental que sostenía no la había asumido íntegramente, existiendo claros síntomas de revanchismo contra su ex pareja, Víctor Hugo Pérez Soto”.
Antecedentes recopilados por OpusGay sostienen, sin embargo, que en el transcurso de las últimas investigaciones se está reevaluando la participación de terceros, hecho que para algunos integrantes de la Policía Civil, estaría más que claro.
Ello, porque al margen de la estabilidad emocional de Mauricio existen variadas pruebas que lo confirmarían. Unas son las contradicciones de Víctor Pérez Soto y otras la extraña ubicación (meses después del hallazgo del cadáver) de las prendas de la víctima y de su celular en perfectas condiciones.
Otras dudas se relacionan con que es bastante improbable que Mauricio llegara por si solo al sitio donde fue encontrado su cuerpo. Primero porque es prácticamente imposible acceder ahí sin iluminación y sin que Mauricio se hubiera dañado la planta de los pies. Además, si sus lesiones fueran producto de una “caída”, se cree que cualquier rodada en el sitio del suceso hubiera provocado lesiones de mayor magnitud.
Es porque existen preguntas claves sin respuestas contundentes que el mes pasado hubo una reconstitución de escena en un lugar donde hoy sólo queda una placa puesta por la familia Ortega Julio en memoria de Mauricio.
” Quienes lean este texto y sientan remordimiento que levanten la mirada y pidan perdón”, dice la inscripción que resume el anhelo de la primera familia chilena que defendió públicamente a un pariente homosexual víctima de un atropello.
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