Un joven licenciado en Derecho llama a los ciudadanos a ampliar y mejorar el debate valórico en Chile, pues a su juicio todo hace concluir que las discusiones al respecto no han sido serias en el país.
Por J. Ignacio Núñez Leiva*
ETICA Y ESPACIO PUBLICO
Cuando según las encuestas era aparentemente reñida la carrera presidencial estadounidense del año pasado, los más respetados analistas políticos vaticinaban que, conjuntamente con la forma de abordar la amenaza terrorista, el otro tema que podría inclinar la balanza electoral en un sentido o en otro, sería el debate valórico. No en vano, desde hace ya tiempo, Bush había reclutado en sus huestes al antes tan vilipendiado, ahora renovado, Francis Fukuyama, quien durante el último tiempo se ha dedicado a estudiar el impacto de la biotecnología en la sociedad contemporánea y cuyo último libro El Fin del Hombre casi se ha transformado en Best Seller científico.
A la luz del mediático interés que suscitaron en Chile asuntos tales como la promulgación de la Nueva Ley de Matrimonio Civil, la distribución de la Píldora del Día después y el mal llamado caso Atala. – digo mal llamado porque en ese juicio el problema no fue, ni debió ser nunca, la lucha de la minoría homosexual por ser tutores de sus hijos, versus la mayoría conservadora defensora de la familia heterosexual, sino simplemente el bienestar de las niñas– analistas chilenos sostuvieron que para las elecciones presidenciales del 2005 el debate valórico jugaría un rol tanto o más importante que en el país del norte.
Sin duda alguna el desarrollo de la biotecnología ha ido acompañado de un importante debate en la mayoría de los países occidentales ya que las nuevas posibilidades, especialmente las de la nueva genética, generan una manifiesta ambivalencia: por un lado se consideran el origen de grandes beneficios y, por otro, son el punto de partida de nuevas posibilidades de abuso. Por otra parte, las nuevas formas de sociabilización, especialmente no monoparentales y no heterosexuales han sobrepasado los ordenamientos jurídicos del mundo entero.
No obstante, en el caso chileno, por diversos motivos, a pesar de su importancia, el lugar que ocupan estos temas dentro del espacio público; aquel lugar que según Kant es un espacio inmaterial, cívico, en que los ciudadanos proponen, debaten y comparten sus ideas; es tan pequeño y dista tanto de lo que debería ser, que no nos puede hacer sino concluir que no existe un serio debate valórico en nuestro país.
LO QUE ES Y LO QUE DEBERÍA SER
En el mundo moderno ya no basta la ética únicamente centrada en la sexualidad, la justicia o la pobreza. Si en algún momento se logró obtener una serie de respuestas satisfactorias, y pos supuesto consensos, para los problemas valóricos tradicionales, esto ya no es suficiente.
Tampoco las “nuevas respuestas” pueden descansar en la simple extrapolación de los antiguos “sistemas de valores” ya que estos, para el ciudadano de a pie, se han ido desfragmentando paulatinamente, hasta alcanzar a sostener juicios de valor tan contradictorios como ser partidario del aborto y contrario a la pena de muerte.
La post modernidad en sus aristas científicas y sociales presentan día a día nuevos problemas éticos de difícil solución. La clonación, las técnicas de reproducción asistida, las modernas formas de anticoncepción y el matrimonio homosexual, son solamente algunos de los puntos conflictivos en este ámbito.
Desconocidos por el común de las personas, pero inmensamente importantes, son por ejemplo el sinnúmero de efectos negativos que podría tener la utilización sin una regulación jurídica adecuada de los múltiples avances obtenidos por el Proyecto Genoma Humano, que pueden repercutir desde el encarecimiento desmedido de los seguros de salud; debido a la detección anticipada del índice de probabilidades, con certeza cercana al 100%; del desarrollo de ciertas enfermedades, particularmente las más graves; hasta, por el mismo motivo, la aparición de casos de discriminación en materia laboral, e incluso despidos, producto de lo costoso que puede ser para un empleador mantener trabajadores con altas probabilidades de, por ejemplo, padecer cáncer dentro de un corto plazo.
Como puede apreciarse, se trata de problemas contemporáneos que pueden afectar a ciudadanos comunes y corrientes, pero que no son tratados públicamente ni forman parte de la agenda política en la actualidad. Y que cuando son tratados, se hace en forma superficial, aislada y pasajera. Privilegiando las opiniones personales como si fueran dogmas y dejando de lado el deber de educar a la ciudadanía en torno a las implicancias y consecuencias de adherir a una postura u otra. Situación que es sencillamente impresentable. Parafraseando Dworkin, por favor, tomemos el debate en serio.
SUGERENCIAS PARA CONSTRUIR UN DEBATE SERIO:
A mi juicio tres cosas pueden ayudarnos a construir un debate serio en materia de problemas éticos contemporáneos:
1.- Informarse responsablemente de los nuevos dilemas éticos que se presentan en el mundo de hoy, y valorarlos según el impacto que estos pueden producir no solo en nuestras vidas individuales sino que en la sociedad toda. Ejemplo del impacto social, jurídico y político. que puede producir un caso particular es el de Theresa Marie Schiavo, que ha ocupado importantes espacios en los medios de prensa del mundo entero durante los últimos días. (Más sobre el tema).
2.- Exigir de la Clase Política, especialmente hoy, en tiempos de campaña presidencial, un pronunciamiento serio acerca de estos temas, en forma integral, ocupándose de todas sus posibles consecuencias y relaciones con otros tópicos. No únicamente cuando la presión de los medios de comunicación inserte en la agenda noticiosa temas aislados, pues la mayoría de los problemas éticos contemporáneos se encuentran íntimamente ligados entre sí. Por ejemplo en Holanda la tendencia jurisprudencial que legitimó la eutanasia ha producido un éxodo masivo de adultos mayores temerosos de que el Estado estime que es menos costoso para él indemnizar a sus herederos que mantener con vida a ancianos enfermos y los obligue a practicar “muertes piadosas”
3.- Generar espacios de discusión pública reales en los que se aborden en su total dimensión estos problemas, procurando ser solidarios y propiciar el acceso a esta clase de complejas informaciones a quienes no pueden procurárselos por sí mismos. Democratizando así el debate y posibilitando, de paso, el derecho a la real participación democrática de quienes hoy no lo tienen.
*Licenciado en Derecho
Pontificia Universidad Católica de Chile.