OpusGay
Febrero, 2003 (OpusGay).- El terror, el desconcierto y la discriminación que dañó a las personas afectadas directa o indirectamente con el Sida cuando se supo sobre la existencia del primer caso en Chile, fue potenciado sin duda por el tratamiento irresponsable que los medios de comunicación dieron al fenómeno.
Los titulares en rojo que hablaban de la “lepra gay”, la “peste rosa” sembraron la ignorancia y estigmatizaron como quizá nunca en la historia a la población homosexual. Esa situación fue, de paso, un daño potencial o real para todos los ciudadanos, pues trasvistió con prejuicios los verdaderos alcances del SIDA, obstaculizando la implementación de mecanismos preventivos idóneos.
Los organismos estatales o no gubernamentales que se fueron especializando en el tema debieron, en consecuencia, no sólo luchar contra el avance del virus, sino también contra erróneos conocimientos o conceptualizaciones que incrementaban la discriminación y el riesgo.
Gracias a esa labor es que en la actualidad ningún medio de comunicación se atrevería a señalar que el VIH es un virus exclusivo de la población homosexual. Sin embargo, aún perduran lenguajes en la prensa que son claramente lapidarios, confusos o falsos: los calificativos morales ya casi no existen, pero los enfoques o el sustento científico o humano que acompañan las noticias evidencian, de vez en vez, la predominancia de intereses sensacionalistas o economicistas por sobre la realidad.
Ejemplos lo constituyen las notas periodísticas que asocian al Sida con la muerte, lo cual es reforzado con fuertes imágenes, o la identificación de una persona viviendo con el VIH, aún cuando el hecho por el cual hizo noticia sea absolutamente ajeno a esa condición.
Es en parte en respuesta a esos motivos que organizaciones de personas viviendo con VIH han promovido nuevos lenguajes para referirse al Sida, desechando la utilización de palabras como portador, pues se presenta como la característica definitoria del ser humano, o de enfermedad, ya que tener SIDA no significa necesariamente estar enfermo.
El gobierno no se ha quedado atrás al respecto. Consciente del poderío informativo de la prensa, y al mismo tiempo de las debilidades que aún presentan los medios respecto al tema, desarrolló este verano un interesante y constructivo taller sobre las relaciones entre periodismo y Sida.
Dirigido por la Comisión Nacional del Sida (Conasida) y con la presencia y participación de su Coordinadora Ejecutiva, Anabella Arredondo, el taller desencadenó un rico debate entre esa instancia del gobierno y periodistas de diversos medios de comunicación.
La apuesta de Conasida en ese ámbito es del todo asertiva, pues además de incrementar a nivel “gremial” los conocimiento sobre el virus, la “ingerencia” específica en los circuitos periodísticos constituye un soporte ciudadano mucho más amplio, toda vez que son los profesionales de la comunicación los encargados de masificar las informaciones a lo largo de todo el país.
El aporte inmediato del taller de Conasida, desarrollado con la colaboración del Colegio de Periodista, es claro: al menos los profesionales asistentes al debate pensarán dos veces el enfoque de sus noticias antes de la edición final.
Ese cambio, que evidentemente puede alcanzar mayor o menor identidad dependiendo del verdadero compromiso social de cada persona, requiere de la retroalimentación para que la experiencia sea recordada al momento de ser necesaria. En ese sentido, la labor que realizan los organismos especialistas en el tema, en especial aquellos que agrupan a personas viviendo con VIH, deben ser coherentes con el nuevo lenguaje en torno al Sida que están planteando. Ello porque muchas veces son esos mismos grupos los cuales al ser entrevistados utilizan en sus discursos, por ejemplo, continuamente la palabras “portador” o “muerte”, alimentando la utilización de un lenguaje que han calificado de nocivo o perjudicial para comprender los alcances y la naturaleza del Sida. Y es que las palabras, al menos para este caso, son particularmente importantes, pues son la materia prima del periodismo.