“El sector más conservador e intolerante de la Curia impuso una medida desproporcionada y antievángelica en contra de los homosexuales, pero todavía la Santa Sede no promulga una instrucción tan clara como severa contra los sacerdotes, obispos y cardenales pedófilos”
*Por Jaime Escobar, teólogo.
Cuando concluyó el Concilio Vaticano II en la década del 60 y se hicieron públicos sus documentos, todos los cristianos nos sentimos considerados por la Iglesia al saber, por ejemplo, la definición que se hacía del concepto “Pueblo de Dios”. Allí se valorizaba la condición cristiana de todos los integrantes de la Iglesia, laicos y ministros. Se proponía también una nueva inserción en la historia y en el mundo y una nueva configuración de relaciones en el interior de la Iglesia. Es decir, se buscó un esfuerzo positivo para analizar los “signos de los tiempos” en el mundo.
Pero hoy nuevamente el Papa Wojtyla nos sorprende con una Instrucción Vaticana sobre los seminaristas y sacerdotes homosexuales. En efecto, el sector más conservador e intolerante de la Curia impone una medida tan desproporcionada como antievangélica. La gente común se pregunta: ¿qué hay de malo en tener sacerdotes homosexuales? En estricto rigor no hay nada malo ni pecaminoso. Aún más, otros cultos e iglesias ya ordenan a religiosos homosexuales. Por lo tanto, Roma al decretar la prohibición de ingreso de los gays a los seminarios, sólo está sosteniendo una mentira y una aversión hacia el “mundo homosexual”.
Conocemos esta odiosa resolución vaticana cuando en Chile la Iglesia se estremece con gravísimos casos de pedofilia y abuso reiterado a menores en diferentes puntos del país. Esto es lo que se debe condenar; tener sexo complaciente y silencioso con niñas y niños. Pero, sorpresa, hasta hoy la Santa Sede todavía no promulga una instrucción tan clara como severa en contra de los sacerdotes, obispos y cardenales pedófilos. Al contrario las noticias que llegan desde Roma, indican que se siguen suavizando los castigos en contra de los pedófilos y, curiosamente, se arremete en contra de cristianos homosexuales que desean abrazar el sacerdocio y promover el Evangelio.
Se debe proceder con toda energía contra aquellos sacerdotes y obispos que, abusando de su poder y credibilidad, dañan una y otra vez a menores de edad. Eso es intolerable y ajeno a las enseñanzas de las buenas costumbres y del Evangelio. Situación distinta es la de un religioso gay u homosexual. En ese caso, no encontramos razones evangélicas para marginarlos y negarles la plena igualdad en el seno de la Iglesia. Las comunidades cristianas sí se escandalizan ante otros hechos como al uso del dinero para comprar conciencias y al abuso de la autoridad eclesiástica para silenciar actividades sexuales contra menores.
La jerarquía eclesiástica chilena silenció por años la actividad sexual del cura Tato en contra de chicas menores de edad. ¿No fue eso lo que hizo el padre Tomislav Kholjatik, hoy obispo auxiliar de Concepción, al enterarse en su momento de los hechos? Y el actual Vicario de la zona norte de Santiago ¿qué hizo al respecto?, ¿corrigió a Tato?
Más delicado aún es el caso del obispo Cox, pues por años se le protegió y se le encubrió una y otra vez su incontrolable pedofilia. Basta leer lo que dice el inefable sacerdote Joaquín Alliende, compañero de congregación de Cox y asesor del Cardenal Errázuriz. “Lo corregí múltiple veces porque su trato me parecía inadecuado…”. Para Alliende los brutales abusos cometidos por su amigo Cox eran sólo tratos inadecuados y, por lo mismo, claramente hubo silencio cómplice. Felizmente la opinión pública ya conoce ese y otros casos.
La Iglesia y su pueblo de Dios seguirán peregrinando en medio de estos obstáculos, pero ya existe mucha más claridad respecto a ciertos cánones de la “moral católica” y las retóricas infabilidades papales que ya no convencen. Los cristianos jóvenes, especialmente, y toda persona de buena voluntad pueden ver y oír a esta Iglesia que castiga injustamente a los hermanos homosexuales y silencia barbaridades sexuales del personal consagrado pedófilo.
*Editor Revista “Reflexión y Liberación “