MARGINALIDAD: ¿ASILO CONTRA LA OPRESIÓN?

La marginalidad social generada por el capital mercantil-financiero se acumuló en los rancheríos, conventillos, callampas, campamentos y poblaciones de la pobreza, y aquí la convivencia de los marginales tuvo que generar valores propios , distintos a las normas draconianas venidas de Occidente.

Por Gabriel Salazar V.

Director Escuela de Historia, Universidad ARCIS

Gabriel Salazar

En Chile, los `valores’ que establecieron históricamente la matriz central de la conducta social y privada llegaron, perfectamente definidos, de Occidente. A partir del siglo XVI. Atravesando el Océano Atlántico, el cabo de Hornos, el enorme continente hispanoamericano. Desembarcando, junto a la manufactura y las múltiples mercancías europeas, en los muelles de la costa. Después, en los aeropuertos.

Una vez aquí, esos valores se transformaron en paquetes normativos y sistemas institucionales, desde donde bajaron hacia el “bajo pueblo” (las masas indígenas, mestizas y criollas) convertidos en rígidos controles sociales, tercos aparatos judiciales e implacables patrullas policiales (o militares).

Por eso, los valores occidentales dominaron autoritariamente, al principio, desde el interior de las rígidas Leyes de Indias, del inquisitorial Decálogo de Moisés, de las leyes y ordenanzas coloniales que discriminaban a indios y mestizos y castigaban salvajemente los “delitos nefandos” (o innombrables); y más tarde, desde el interior de la ‘aristocrática’ Constitución Política de 1833, del machista Código Civil de 1855 y del milenario maridaje entre la Iglesia, el Estado, el Mercado y el Ejército. Y hoy, de la hermética Constitución Política de 1980

En Chile, el ‘capital’ no se acumuló en torno a las faenas productivas, sino en las arcas del gran mercader y del gran prestamista, que acumulaban mirando todo el tiempo hacia Europa, para gastarlo allá, en la tierra identitaria de los antepasados y en la gran ciudad identitaria del capitalismo imperial. Sin mirar hacia abajo. Sin fraternizar con los pequeños productores que sucumbieron bajo la expoliación mercantil-usurera, ni con las gigantescas masas de peones ambulantes que producían la plusvalía virgen que necesitaba el gran capital financiero para poder viajar libremente, sin las ataduras de la inversión reproductiva.

El ‘capital’, como los ‘valores’ que vinieron a Chile desde Occidente y se fueron desde aquí para Occidente, cayeron sobre las masas de ciudadanos corrientes como azote normativo, o como azote explotador.

Porque ni los valores surgieron libremente de la convivencia e interacción de los chilenos, ni el capital se acumuló en torno a las fuerzas productivas. Por eso, ni aquellos ni éste desarrollaron la libre convivencia ciudadana, sino la discriminación, la represión y la marginalidad.

La marginalidad social generada por el capital mercantil-financiero se acumuló en los rancheríos, conventillos, callampas, campamentos y poblaciones de la pobreza, y aquí la convivencia de los marginales tuvo que generar valores propios , distintos a las normas draconianas venidas de Occidente. Valores solidarios y fraternales de gente sin recursos, sin familia, sin reconocimiento social para sus identidades de alternativa. Agresividad frente al sistema, en respuesta a la exclusión o la represión recibida. Rebelión, expresión libre de la identidad profunda. Liberación por disidencia, por oposición, por marginalidad. Pero sobre estos valores cayó a sablazos la normatividad “de Occidente”.

Al mirar la historia social de Chile en retrospectiva – y no sólo la de los siglos coloniales o la del siglo XIX – es como si el “asilo contra la opresión” no estuviera ni en la Patria ni en el Estado, ni mucho menos en el Mercado, sino en los múltiples micro-mundos de la marginalidad. Es preciso no sólo rescatar esta historia underground , sino revertir, de una vez, el autoritarismo de los valores de Occidente y la expoliación usurera que hasta hoy alimenta al capital mercantil-financiero.